Cerró la puerta y se acostó al pié de la cama, miró fijo a la prima, que cómplice me tiende la trampa.
No negaré el placer. Ni plantearé un destierro al final silencioso de los días terribles.
Sencillamente me dejo llevar.
Abrumarán mi cama y seré solo testigo de los brillos y piruetas, habilidades y tretas, que estas damas despliegan entre el techo y el colchón.
Al final de la guerra, la humedad en el aire y el planteo casi tétrico de mi situación de gourmet carnal.
Y entre dos pares de tetas miré al cielo y ladré el suspiro.
“que soledad mas extraña”.

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