
Amalia, toleraba el gas y las lágrimas.
Nitrato de amonio y gasolina, esperanza chamuscada y tu emoción violenta que justifica el despliegue de tanta mala fama enemiga.
Nitrato de amonio y gasolina, tu ilusión, la roja remera, la negra ramera y tus lunares que se relamen tóxicos y engreídos.
Alguien preguntó "¿alguien tiene un fósforo?” y el fuego se expandió para arriba en esa calle, en esa manifestación, en ese beso que en medio de la avenida ella me dio, solo por tener la remera roja de ira e ilusión.
Amalia recuerda con cierta melancolía esas marchas semi suicidas, en las que pegarle a un policía, era un acto político y superante de la idiotez imperante en cerebros cuajos y viejos.
Amalia iba a las marchas conmigo, si ahora me viera disfrazado de monje negro, con trucos en el bolsillo, tatuado, afeitado y sin el viejo estilo de gladiador reprimido, entregando la ferocidad al amo, entregando el nitrato y el bidón.
Esa noche huíamos de un hidrante subiendo por Velez Sarsfield, quemando las patas para no ser alcanzados jamás.
Sus gajes de mina partida, me trajeron los mejores recuerdos, de marchas, de puteadas, de protestas, de ilusión, de nitratos y el olor a gasolina.
Melancolía.

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