Atravesando avenidas, edificios y coches. Mil rostros diversos y ajenos que al mirarme estimulan un sensor extraño que vibra en mi cien.
Escondiéndome en las entrañas de esta ciudad que siempre sentí mía, tan de repente dejó de serlo.
Cerré mis ojos y me recosté en una mesa.
Orienté mis pensamientos hacia las montañas, hacia la infinitud de mi mirada perdida en esos vientos.
Tan lejos debí irme solo para olvidar todo de mi.
Que tan distantes pueden ser los ojos que miran sin ver, pensé en los tiempos, en sus cambios y laberintos.
Volví por
Mi equipaje es liviano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario