

Deslumbrado con las curvas de leonas de Ipanema, su fe en los capuletos agotó.
No serán tiempos mejores pensó.
Yo se que entre tantos diablos, sus cuernos mostró. Endilgándose poderes de tritón, su imagen de ganador carioca fue texturando. Engañando al público presente, siempre lograba algún suspiro.
Pero nadie lo adularía, a nadie mas sorprendió.
Que pena corazón. Tus encantos han quedado olvidados. El tiempo te llevó el brillo. Nadie se acuerda ya de tus canciones de amor.
Un día entre las tetas de su ilusión, mientras aspiraba dentrinos olorosos, sus ojos blanqueó.
No habría santo que lo salvara de su lunar y el teléfono de emergencias nunca sirvió.
El amor se muere Oscarcito, aún con el pito adentro.
Habrá que cortarle un dedo. Soplarle el culito. Ver que delicias trae de Turquía. Reflotarlo.
Entre varios un colmillo perdió. Teñido de rojo “last chance”, su mirada en mí fijó.
Safaste Oscarcito. El tritón te salvó.
Los pies pesados y descalzos, con la mueca ganadora de siempre y
el pelo enredado en amorfa gracia. Si lo vieras venir, me dirías que siempre elegí mal.
Cerca de las madrugadas, cerca de las caricias humanas, el condimento del amor se te agrió.
Quemando las patas fuiste a Retiro, a ver si llegaba tu gran candor. Pero las esperas son tristes, sobre todo si lo que esperas no llega.
El gran imitador. El rey falso, el gran mantra del rock.
Así te dejaron pagando, morfando solo y a la cabeza de una gran mesa, recordando que todo en esta puta vida, se puede perder.


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