5 de febrero de 2006

Ojos moros

Se pintó las uñas de rojo furia y se deslizó tímidamente sobre un pálido espejo.
Sus ojos moros y la adrenalina oscura me recordaron viejos fantasmas bellos.
El espejo correría como una bolsa de limosnas que nadie rechazaría.
La vi, cocinando del plato, agobiando la humedad para perderlo casi todo.
Solo sonreía cuando la miraba y nunca dejó algo de amor en sus bolsillos.
Sabor amargo, dureza nocturna y el santo Juan me dirá que acá quizás esté mi tumba.
Historias sin tiempo. Sabiduría de cabello azabache. Bruja hermosa ¿donde te metiste?
Serán todos los trucos de Dios, quizás.
Una noche de velas, su secreto al oído desnudó.
Confesó, no tendría red en esta pirueta.
Su pasado no le pesaba, nada más le importaba más que su abuela.
La cruz que carga la oculta. No le gusta la pena. No le gusta el amor. Ni le gusta hablar endulzado.
Hermosa, quizás ha sufrido más que cualquiera, aún no pierde esa belleza inocente, aunque sus ojos digan que lo saben todo.
Yo, regresaré solo por el desierto pensando en ella y en lo que abría ocurrido si en su tierra me moría. ¿La vida sería redonda y bonita?
Pero parece de esos amores que exasperan. De los que te cuecen hasta las venas. Y así será, morir en la hoguera. Arder por amor al fuego.
No pregunté cuanto dolor abría que soportar a su lado. Aún ni me atrevo.
Pero de algo estoy seguro, ni el guerrero mas audaz tuvo una victoria tan bella.

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