El look le hacía juego. Era de esos tipos terribles de amor. Carentes del sacudón merecido hasta por los presos. Se le notaba en la cara. No había pulido la palanca, no mas de tres veces el último año. Deberán tenerle consideración, será de trote corto al principio.
Los putos a veces le fueron solución, para muchos solos también. Para aquellos putos tal vez.
Pero nadie lo reconocía. No era homosexualidad sencilla, no era confusión tampoco, pero siempre era soledad, fría y sin movimiento.
Cada pibe con su tragedia, ocultaba el dolor en el pecho y ladraba tangos para los que entienden.
Recuerdo leer parado en una esquina de mi cuadra, mientras esperaba mi taxi un graffiti que decía:
“aburrida la ciudad”.

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