
Quemás el cielo, tu arrogancia y el vino.
Quemás la grasa, tu hemorragia y el vicio.
Ladrás a tu perro, a tu señor.
Ladrás a tu suerte, a tu ilusión.
Y si te pusieras de pie, desafiando el alambrado, desafiando el muro y al guardia que monta en lo alto y contra vos.
Y si te pusieras de pie, mientras todos duermen y huyeras al fin. Quemando todo a la vez.
Nadie te reconocería, nadie te acreditaría, el prestigio de señor cruel, de ese tipo fiel a la herida en enfrentamiento policial.
Las noticias no tienen vicio ni desperdicio hoy. Tu foto ilustra las primeras notas que dragonéa el matutino ligado al obi
spado.
Señor cruel.
Si acá somos tan pocos que un ignoto puede ser una famosa estrella en estos tiempos.
Ladro, quemo, y me quejo “que poco para hacer”
La heladera chorrea agua caliente y yo sigo esperando al heredero de este sacro largo intestinal, a ese deseo cruel que te pesa en las piernas como los grilletes de tu infierno.

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