Esperanza de carioca, que pasa de mano en mano, conteniendo lo incontenible y tus latidos que se escuchan desde aquí, sentado en la vereda de tu casa, esperando que la siesta no te duerma y me queme lo poco que queda.
Antídotos para el mal de ojo.
De esos que vienen en el frasquito naranja, lleno de endorfinas que amorfan mi
rostro y me cuece las venas.
Antes que todo soy solo un niño. Antes que todo fui un niño, de esos niños que mecen sus cunas a la espera de una teta dulce.
Apenas pude tomé lo que queda en el frasco y al tiempo, el sol se ocultó detrás de una nube negra y solitaria que manchaba parte de la ciudad.
Y mis pastillas? Y tus pastillas? Y la vida de ella? Y mi esperanza de ajenjo? Y tu acento porteño?
Nada. Nadie. Nada.
Apenas soy un niño, antes que todo un niño, de esperanza carioca, conteniendo lo incontenible, escuchando los frasquitos, tu corazón y las mentas que caen al piso y me distraen del dolor de la vida y la angustia cotidiana.

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