

Caspa en el saco negro, lágrimas ocultas por el maquillaje matutino y el diario bajo en brazo.La calle pesada, cansada y el calor que me parte al medio y me derrite.
La autoridad, calva y regordeta se pavea por los pasillos mirando a quien obedece y a quien se atreve a mirarle a los ojos.
Desconoce tu voluntad e impone el estándar de tu religión.
Despliega mil poses y al final desboca el vicio fraudulento de un cristal raspado cada diez minutos.
Aprisiono mi ilusión contra la corbata y me dejo llevar por recuerdos, vagando libre por los prados verdes y sin vallas en el cerro arriba, en el Portezuelo.
El reloj, maldito embustero, retrocede contra su voluntad y me deja perplejo a las diez de la mañana.
Desobedece tu dignidad. Escapa del suplicio.
En cuclillas abandono el lugar. Tiro la corbata en un cesto solitario y me trepo al coche.
Sergito me espera. Iremos al río, pescaremos hasta hartarnos y después con Calvo en el estanque, nadaremos junto a los peces, riéndonos de la vejez, de la autoridad y su poder que es ajeno al agua, al río, a la alegría de ser una pandilla revoltosa, a unos vivos que se escapan del yugo y su temor.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario