26 de noviembre de 2006

Gente moderna

Los ví, caminaban por el césped de un jardín público una mañana de domingo.
No habían dormido aún, lo sospechaba por sus gafas.
Lo único negro que llevaban puesto ese día.
Lo llamativo de ambos es que vestían totalmente de blanco y el contraste esa mañana de gafas negras, les quedaba exquisito.
El jamás la tocaba, si no los conociese pensaría que son quizá hermanos.
En el cutis se notaba que a la noche le había cabido algunas visitas al tocador del bar “remera negra” local.
Todos en el barrio conocían su deslealtad matutina y nadie cuestionó jamás la integridad de éste tipo.
Tomaba, pero estaba si lo necesitabas. Aún seguía siendo el mismo, a pesar de los diez años que pasaron.
La bestia estaba dominada aún. Todavía no perdía el honor.
Gente de códigos.

Luciana era la piba eterna. Dormía con vos si le pintaba, pero no era amor del que se sospecha, al menos no ese tipo de amor.
Me mira y se que recuerda socarronamente esas tardes no muy tarde, bajo el ventilador insistente e ineficaz.
No habíamos sido novios, pero era una piba del grupo, de esos grupos con los que solíamos frecuentar calles y cocheras, casas familiares y el bar “remera negra” mas cercano.

Nos gustaba coger, pero después llegó Alberto y empezó a coger con él y yo me dediqué un tiempo a las pastillas de mi abuelo, de mi abuela, de mi vieja y de mi hermana Irma, que también tenía la costumbre familiar muy arraigada.
Y un pastero es pastero tiempo completo.
Hablamos, cruzamos miradas entre los tres, todos con cara de nada, sin sospechar nada, pero mirándonos de cerca… que feo momento.
No se porque Alberto me propone ir a su casa y no se porque acepto.
Bueno si se porque.

Hacía tiempo que no quemaba nada en ningún lugar, solo me perdía por ahí en el perico cuando necesitaba ir mas rápido, por la calle, por la vida.
En su living, con una Guinness en mano, esa que tiene la pelotita y hace clic clic clic recordé viejas épocas en donde nadie tenía cuentas, hijos, esposa, panza, amantes, calvicie y nos surtíamos entre deslices, mujeres, drogas y timba.
La noche nos hacía aullar.

Alberto me dice lo mismo y Luciana lanza lo peor que podía decir:
– Si… me acuerdo que estaba con vos y empecé a coger con ambos.
- Como que cogías con ambos?
-Bueno pasó tiempo ya, no me rompas las pelotas!
-Alberto, vos sabias algo de esto?
-Bueno si… pero ya pasó Pedro, no le des importancia.
Me quedé callado y miré al piso.
Me sentí muy incómodo y empecé a desesperarme. Quería irme. Huir.
Alberto, leyó en mis ojos que no le miraban, mi angustia.
Se acercó, me abrazó y me dio una pitada.
- Tranquilo amigo, esa es mi mujer.

El humo me rememoró eras doradas del rock y la decadencia.

Me redimo- me digo - Luciana, se acerca y me dice al oído:
- está todo bien con Albert, si vos queres-
- Claro Peter, somos gente moderna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

seguir entrenamdonse para alcanzar el mejor de los fracasos, nos convierte definitivamente en gente moderna