
Serpientes como ríos, delirios color crema y el azul marino de tu techo, se mezcla con mi lisergia.
Atemorizando testigos, celosos viejos lobos, saben que traigo pánico a sus machistas verdades.
Nadie más terco, nadie más peligroso.
Y voy en silencio, oculto, desbordado de felicidad, atrayendo el veneno de diosas y sus víctimas.
Nadie dirá que la mentira besa rara vez mis labios.
Mefisto saluda desde el coche contiguo y me pide fuego.
Misiles que cruzan el cielo que bordea mi valle.
La noche más oscura, el secreto mejor guardado y el vino a 18º, me calman el dolor.
Vieja receta, de polvos mágicos y la dosis justa de lujuria sopada en polen y misterio moro.
Los discos, vieja
s canciones de amor, murmuran en mis oídos epopeyas de gigantes que comían jirafas, detectores de mentiras que se esconden en la bragueta y la vecina tan apetecida que nunca se deja olfatear.
La luna esconde mil secretos, algunos míos, algunos servidos en bandejas de plata, sellados con silencios rojos, escondidos del sol, de la luz, del estrépito público.
Esa luna conoce lo que pienso.
Nunca creíste que la noche te abrazaría, dejando el dolor en otro lado, caminando libremente por jardines iluminados en las noches.
Mil preguntas, mil respuestas, todas entreveradas y ninguna sirve, ninguna cuadra en esta belleza etérea.

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