
Los arcos sostienen el cielo, debajo todo calmo y profano a la vez.
El mundo de los hombres, el despilfarro de benevolencia divina y el agua que lentamente empieza a enrojecerse.
La tierra señores comenzó a contar sus últimos suspiros y las madres lloran a los hijos de los hijos, al viento que calla en la víspera de la noche.
Escondido en un cuarto, contemplo a los misiles cruzar brillantes el cielo, todos hacia el norte. Pronto veré los que vienen hacia el sur.
Un espejo que no me animo contemplar y el retrato de la negación vestida de negro, como una hermosa niña blanca de cabello azabache.
Los tiempos se sellan, me cago en dios.

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