Busca el labial, pero no lo encuentra, el taxista se pone ansioso, no solo a mi hará esperar.
Sabe que son las once y todavía no tiene las medias puestas.
Sabe que hoy le dirán que morirá. Igual pondrá cara de sorpresa. Se sabe así, desalineada.
Y aunque todos los taxis aquí son amarillos, este auto no es un simple taxi, esta es su nave espacial.
La llevará al final de sus días, en un cruce de luces y vidrios rotos.
Adiós Silvina.
Algunos dicen que la vieron con los rulos al viento en una ciudad polvorienta y suicida, pero aquí, aún su imagen encandila.

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