
Y con un labial dibuja sobre el espejo, un adiós resbaloso y un beso prudente. Nadie me despertará para avisarme, nadie se atreverá a contarme que descalza huye de mi casa, de mi cuarto y de mi vida.
No he vuelto a saber de ella.
A veces la recuerdo, imaginando barrotes sobre mi mesa de arteria roja cristal, de sobrada memoria y extraño culto.
Tus cuernitos en esa fiesta de disfraces. Creí que eran de plástico pero resultaron marfil puro. Creí que era solo un disfraz, pero lo tenias tan pegado al culo, como tu secreta rinoterapia.
El sol avanzó sobre la oscuridad de todo lo que me rodea y me levanté de la cama con recelo y cautela. Alguien siempre nos sigue.

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