24 de diciembre de 2008

Podes matarte en tu iglesia, romper tus credos, violar tus valores, ser tan cruel como un vendedor de biblias. Podes arder en bonzo, ser tu hábil verdugo, afilar los cuchillos y lanzarlos contra tu amor. Podes romper mil cristales y el cielo seguirá azul y yo seguiré solo.
Amanece, no se como se llama, lánguida contra mi almohada, delgada y blanca como un secreto japonés. El cabello será siempre negro.
Los días vuelven en ciclos fríos y sedientos de ese fantasma que perseguía hace años.
Ahí lo veo.
Parado bajo el marco de mi puerta, sonriéndome como siempre, prometiendo cosas que no cumplirá, el lo sabe y sonríe, yo lo sé y sonrío, me seduce y no resisto, al final solo se trata del juego, de la navaja y el vilo, del frío vidrio y la soledad.
Mil labios para mi espalda.
Mil miradas para mi mente y el falo será adorado y mimado, como siempre.
Como siempre.
Vendrán complacientes, aquella que se han alejado, vendrán sombras nuevas y frescas de aromas desconocidos y frutas caníbales. Vendrán los recuerdos que condeno hoy pasajeros. Sepultaré tu cadáver y resucitaré entre las sombras, como siempre.
Como siempre.

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