Podes matarte en tu iglesia, romper tus credos, violar tus valores, ser tan cruel como un vendedor de biblias. Podes arder en bonzo, ser tu hábil verdugo, afilar los cuchillos y lanzarlos contra tu amor. Podes romper mil cristales y el cielo seguirá azul y yo seguiré solo.
Amanece, no se como se llama, lánguida contra mi almohada, delgada y blanca como un secreto japonés. El cabello será siempre negro.
Los días vuelven en ciclos fríos y sedientos de ese fantasma que perseguía hace años.
Ahí lo veo.
Parado bajo el marco de mi puerta, sonriéndome como siempre, prometiendo cosas que no cumplirá, el lo sabe y sonríe, yo lo sé y sonrío, me seduce y no resisto, al final solo se trata del juego, de la navaja y el vilo, del frío vidrio y la soledad.
Mil labios para mi espalda.
Mil miradas para mi mente y el falo será adorado y mimado, como siempre.
Como siempre.
Vendrán complacientes, aquella que se han alejado, vendrán sombras nuevas y frescas de aromas desconocidos y frutas caníbales. Vendrán los recuerdos que condeno hoy pasajeros. Sepultaré tu cadáver y resucitaré entre las sombras, como siempre.
Como siempre.
24 de diciembre de 2008
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