20 de julio de 2009

El elefante

El Elefante pisoteando finos cristales, golpea firme, no deja nada.
Sigo observando ahí al frente mío, hay un elefante destruyendo finos cristales.
Con su pequeño cerebro, con su fofo cuerpo, va burdamente estropeando todo.
El espectáculo carece de sentido, ver ahí a este elefante fofo, desquitando una furia incomprendida contra esos finos cristales, que poca sensatez.
Pronto vienen a recriminarme mi ostentoso espanto, al creer que reclamo algo a este montículo de carne y grasa, pero solo estoy pasmado por los cristales y horrorizado por la concurrencia que se deleita de tan penoso espectáculo.
Después de todo, es solo un elefante haciendo lo que mejor sabe. Pero nadie piensa en los cristales.
Yo solía tener algunos en casa, sobre el aparador y otros en la mesa de luz.
Eran cristalinos como el diamante y eran tan finos como la luz reflejada en un cuarzo.
Pero ayer la policía los incautó y los de algún vecino también, para poder hoy alimentar a esta chusma, que se ríe pavamente y sin pensar en que esos cristales eran mi tesoro, eran mi sueño.

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