
La desgracia que te duele tanto, es saber que nunca se termina la tela y que las tijeras se mellan cuando cortas la seda en siluetas de pena.
La desgracia que te duele tanto, es la sal que cuelga de tu lengua y te estrecha la vista. Es la misma que te da la teta y te enseña a engañar.
Vas, pensás que nadie te ha visto y mostrás lo brilloso que suele asomarse sobre el pupo.
Yo se que a alguien se la vas a pegar.
Que la justicia sea de los hombres y no de Dios.
Que los placeres sean todos míos.
¡Así sea!

No hay comentarios.:
Publicar un comentario