
Sin novedad en el frente, el Rock empezó a marchitarse.
Fue lento pero elocuente.
Las petisas adictas al yeite maldito y prohibido, merodean las puertas del palacio.
Lloran, piden más, pero nadie las escucha.
La blasfemia toma forma de pop y el capitán del barco alega mareos por mar picado.
Ya verán cuando el Rey tome venganza.

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