5 de octubre de 2006

Billetes y hambre





Cerrando un portón que hace ruido y huele a quemado, me fui despidiendo de cada cosa mía abandonada detrás.

Siempre serán penas? – me preguntaba con el corazón en la mano, fastidiado y maldiciendo a todo santo -

La venganza recaerá sobre todo animal herido como yo, que no pudo escaparle al dolor y terminó rengueando en esta jungla de billetes y de hambre.

Me subí al coche y no arrancaba.

Pensé en incendiarlo conmigo dormido adentro, esperar que el fuego consuma los restos fétidos de un malvivido cristiano. Quemarlo todo y empezar de nuevo, desde las cenizas hasta llegar a un dios.

Pero el dolor no redime y solo mella.

Es un desierto que solo sabe avanzar y asfixiarlo todo.

Las ganas de vivir fueron quedando detrás del viejo portón, ése que no perece y oculta esos amores no correspondidos y el gusto a hiel que ardió mi lengua tantas veces.

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