Desaté al lobo y lo dejé ir.
Le desee suerte, mientras corría entre los autos estacionados bajo largas sombras de la ciudad en la noche, escapando de mí, de mi secuestro, de mi extorsión.
Al final no supo contestar mis preguntas, ni aún bajo tortura.
Solo quería saber su secreto.
Parado delante del tráfico, varios vehículos se han detenido estupefactos, al ver un lobo desaparecer entre la desolación de las calles sucias de basura por doquier.
Me subí al auto y en silencio yo también desaparecí.

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