Gime, cierra los ojos y gime.
Sin sus ojos no sería nada. Al menos guardo alguna fotografía mirando un dedo malherido y con gesto culposo gime.
Pensé en los mil viajes, entre montañas e historias de las venas abiertas de mi barrio latino.
Imaginé acompañarla, dilatar mis pupilas al mismo tiempo que las de ella.
Que ingrato fue nuestro amor. Duró lo que dura un confiado dictador, un fiero ladrón de mi pecho y mi crueldad.
Nativo de tu jardín, paseaba en tu cuarto mientras dormías, aproveché lo astral de mis viajes y como un borracho clandestino me oculté entre tus ropas y tus corpiños.
Y mientras duermo ella gime, mientras amo ella gime, mientras vive yo la recuerdo, entre gestos y miradas, entre gracias y el humo cómplice que supo robarle risas.
Solo seré objeto de olvido y condenado a olvidar que solo soy el tipo canoso que le escribe, que le anhela y no la toca.
Entonces me puse a llorar, a olvidarme del llanto y no llorarla mas.
Que gima sola.

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