Certeza. Todo es efímero, ni siquiera el cenicero, el viejo cigarro que se quema por partes tiene entidad suficiente, como para desviar al mundo de su incandescente final.
Las lágrimas se resbalan entre palmas y poros, entre el lúdico sentido de la realidad mística de un encuentro con un amor de púber.
Por las noches, cuando todos duermen, cuando el silencio inconmensurable invade cada artefacto de esta casa me pregunto arropado y mudo si me extrañarás.
Los detalles de tu rostro, cada cicatriz, cada longevo amor que brindamos con vino y promesas, con las monedas de oro cayendo graciosamente al suelo, brillando y gimiendo felicidad.
Todo lo recuerdo.
3 de diciembre de 2006
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