Ajeno al percance y pendiente abajo, me deslizo sonriente de tanto penoso trance. Las noches son tan solitarias como las del vecino, al que suelo mirar por la ventana y mofarme de su tragedia.
"Hay que negociar" es lo primero que me dijeron cuando la facultad me escupió contra una pared olor a realidad.
"Hay que negociar", claro! como no lo pensé antes. Yo les creí.
Pronto habré de subestimar mis principios de rocker estético y de encubierto, cada acuerdo será una mordida a mi alma, debilitándome, marchitándome como un higo a la sombra. Así se fueron aplacando los ánimos.
No queda mucho pensé, igual tengo que aprovecharlo.
Entre tanto, calcíno tus vicios en mis bajezas, en mis olvidos cotidianos que te exasperan y miro tus parpados cansados de tanto amor profano.
Voy a olvidar también tu rencor.
Olvidé un día el porque te eche de mi vida, olvidaré seguramente el porque te dejé siempre la puerta algo abierta.
Será la naturaleza que acecha entre mis deslices paganos, fantasmas como manchones oscuros y difusos que se presentan en mi cuarto a diario, de esos que empujan a abismos profundos y negros.
Allá van todos mis leves pensamientos, mis cristalinos aullidos de perro chico, de nuevo bicho.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario