29 de abril de 2007

Como inventé el olvido

Despacio el mar atrae los vientos que acarician la arena y a mi encanecida pensante.
Los atardeceres aquí son infinitos. Los caminantes y sus perros, los tiempos escondidos en los detalles de ese viejo rostro que mira hacia el sol moribundo, que mira como yo, que se va como yo, mas allá del mar, de la vista de los rayos entre las nubes, mas allá del tiempo, de su misterio color naranja, de mil sonrisas frescas, de mil complacientes estrellas.

Me levanto, camino hacia el teléfono, llamo y me despido: “Adiós moribunda, quizá me muera pronto pero hoy estoy mas vivo que nunca.”

Ahora se a donde ir. Pensé en las corbatas, en esos zapatos que me maltrataron cotidianamente. En los fines de semana oscuros y sin linterna. Noches en compañía de la locura inédita, los sueños con mis juguetes olvidados.

Pero digo basta, le hablaré a esa chica, le daré mi mejor sonrisa, ocultaré mis ojos color fuego furtivo, miraré sus labios pronunciar las palabras, me compraré todos los discos de Blondie, cambiaré los zapatos, buscaré una remera roja y unas gafas cómplices para que nadie se de cuenta de mi felicidad pasajera y su interminable endorfina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra que estes bien y que seas tan feliz...te quiero mucho...suerte