Dame tu alma, me sentiré feliz de ser otra vez la causa de tus errores y latidos.
Dame tu mirada que te cegaré ante el abandono y nunca más serás abandonado.
Dame tu silencio que dejaré que estes acompañado y nunca dejarás el centro de la cama, ostentarás el título de longevo señor.
Y atrás, a donde ni la vista ni la luz llega, atrás donde el misterio se apodera de todo, te estaré mirando.
Dame tus miedos, seré tu fantasma.
Dame tu tragedia y volveré por los demás, ladrando justicia del malón.
Dame tus secretos y murmuraré a tu oído, lo oculto detrás de las piedras y sus mil estáticos años.
Y atrás, a donde ni la vista ni la luz llega, atrás donde tu ley no alcanza, te estaré condenando.

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