19 de julio de 2007

La caja de los suplicios

Desolado, solo, no faltaba mueble sin lustrar, cables y botones, perillas y tom tones, pulidos del aburrimiento.

Sendos diarios de noticias crueles. Mi mundo color Clarín.

Después me senté en silencio, solo al medio en el largo sillón.

Sentía en mi cabeza, el rumor de mil demonios desfilando de oreja a oreja, prendí mi televisor. Sabré acallar ese murmullo.

Que bonita tragedia, de estos suplicios interminables que golpean esta caja de hastío al límite de mi cordura.

Pocos productos llegan casi a la categoría beatle entre estos libros escatológicos de biblioteca plástica repleta de historias armadas por fuera, tetas perfectas y la rubia química tiritando de pura alcalina soledad.

Cada canal, apenas ofrece su propina, quema instantáneamente una válvula dentro de mis circuitos sensoriales, dispuesto detrás de los ojos.

Mi cerebro estruja sus jugos azules y balbuceo palabras que babeo en esta sinapsis perezosa.

Sospechare siempre de los que beben de éste lago, de los que arden sus manos en esta tibia y vistosa sonrisa cuadrada.

Mas vale tarde que nunca, pienso mientras miro a la diplomática de la casa venir hacia mí, aburrida también de tanto mirar por la ventana al sol.

Le rasqué la panza, apague el televisor y nos fuimos al campo.

Que raro que suelen ser los rescates a estos penares intactos.

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