3 de abril de 2009

Hunter y calculín


Remendé un enorme escudo de pecho.
Lo oculto bien entre mis ropas, diría imperceptible.
Se que así evitaré balas, cuchillos e insultos. Evitaré una forma de muerte. La más evidente entre los mortales.
Anque sigo obviamente paranoico, no hay momento en que chequée que mis telefonos esten apagados, o que la puerta de ingreso esta perfectamente cerrada. Pero hoy estoy en otro proyecto.
Unas gafas que me anulen tu imagen en la visión. Sencillamente no verte
Mirar alrededor y ver todo y a todos con lujos en detalle. Vos serías una sombra, o en mejor de los casos un mero reflejo del sujeto de junto.
Anoche unas lagartijas se subieron a mi cama y yo dormía solo; solo y mis clonaxs de colores.
De repente las lagartijas se subieron a mi almohada y a mi rostro dormido. Solo pude despertar cuando involuntariamente y al haber cientos de ellas en mi cama, una simplemente introdujo su cola en mi nariz, provocandome un vómito pálido y horripilante.
Desperté ne repuse en el costado de la cama que ella eligió como para mí y me sentí miserable, apenado.
Las pantuflas, los cigarrillos negros y la terraza con su aire fresco. Ahí me oculto, en mis cuartos, en mis intimidades no.
Solo en un rincón de la terraza, donde me escondía a los ocho años, siempre del dolor, hoy de vos.

No hay comentarios.: